Restaurar el linaje materno
Sí, es posible. Es posible restaurar la relación madre-hij@ y también es posible restaurar las rupturas en el linaje materno, en nuestras ancestras y en sus hij@s.
La relación madre-hij@ está rota desde hace miles de años. Esta ruptura ha sido necesaria para que la conciencia humana pudiera experimentar y desarrollarse.
Una ruptura biológica -que afecta tanto al bebé como a la madre- se instauró cuando las mujeres dejaron de parir conectadas a su instinto. Tiene una repercusión significativa en la dimensión psicológica de la persona, en la biológica, y también en la dimensión social del ser humano.
Esto se inició hace mucho tiempo, en los anales de la historia, cuando se empezó a intervenir en el proceso de nacimiento y se instauraron prácticas como cortar el cordón umbilical antes de tiempo. A raíz de estas prácticas, los bebés dejan de recibir el cóctel de hormonas del amor que se libera cuando la mujer pare conectada a su instinto y nadie interrumpe la primera hora después del nacimiento (ni para cortar el cordón umbilical). Entonces madre y bebé “se enamoran”, se libera un cóctel de hormonas del amor y todas las células del bebé son impregnadas por la química del amor. El bebé recibe una cantidad de oxitocina que no podrá igualarse en ningún momento de la vida, ni siquiera en una experiencia mística y tampoco en una experiencia sexual.
Como consecuencia de la ruptura en el linaje materno, han nacido generaciones de seres humanos con una falta básica que condiciona sus vidas. Esta ruptura, sin embargo, fue necesaria para garantizar que nacieran individuos fácilmente agresivos, individuos traumatizados, que fueran eficientemente agresivos para defender al grupo de animales o de otros grupos humanos. Por eso la ruptura tiene un sentido y responde a una necesidad. Ha sido así durante miles de años, durante una época a la que llamamos patriarcado, que se caracteriza por guerras y enfrentamientos.
Pero vayamos más allá. El patriarcado también tiene un sentido en la evolución de la conciencia humana.
Antes del patriarcado, durante la matrística, se desarrolló la conciencia horizontal, era una conciencia tribal, en la que el grupo y su supervivencia eran lo más importante. Los seres humanos estaban fusionados con la Gran Madre, la honraban y la veneraban (y con ella todo lo relacionado con lo femenino, así como la naturaleza o el planeta en el que vivimos). Toda la vida se desarrollaba en la esfera de la Gran Madre y, la tribu, tal cual un gran útero, acogía y protegía a sus miembros. Pero hubo que crecer y experimentar cosas nuevas. Para ello fue necesario separarse de la Gran Madre. Y sólo se supo hacer de una manera: rechazándola, subyugándola, sometiéndola y con ella, a todo lo femenino.
Así entramos en el patriarcado, experimentando la separación. Como consecuencia, los hijos e hijas del patriarcado se pasan la vida intentando satisfacer esta falta básica, esta carencia para la que buscan sustitutos: las posesiones materiales, el consumo de sustancias adictivas, las dependencias afectivas, etc. Con el patriarcado experimentamos los límites para empezar a desarrollar una conciencia individual. Para ello, vivir la separación ha sido condición indispensable. Sólo así se ha podido diferenciar el yo del no yo, establecer límites, desarrollar la conciencia vertical e individual. Y gracias a ello la vida humana individual obtuvo un valor, creamos lo que llamamos Derechos Humanos. Con la conciencia individual desarrollamos también el conocimiento científico, que sin duda ha supuesto grandes avances. Gracias al patriarcado y al desarrollo de la conciencia individual hemos crecido.
Ahora mayor que la actual. Algo que sólo puede hacerse si recuperamos la sabiduría de la matrística y la conciliamos con la sabiduría del patriarcado. Porque en ambos hubo aportaciones. Aunque ninguno de los dos, aislado del otro, nos es válido en estos momentos, ya que corresponden a otras épocas y a otros estadios del desarrollo de la conciencia humana. Si puntualmente volvemos a ellos, que sea para recoger sus tesoros y avanzar.
Gracias a que ya estamos empezando a desarrollar esta nueva conciencia, están apareciendo muchas ayudas y herramientas que nos permiten sanar las heridas del pasado, heridas que fueron necesarias para poder experimentar y desarrollar lo que necesitábamos en ese momento -como la antes citada separación-, pero que ahora es necesario sanar y restaurar para poder avanzar.
Actualmente es prioritario sanar la ruptura del linaje materno y no únicamente a nivel personal, es decir desde cada una de nosotras o de nosotros, sino también desde el inconsciente colectivo familiar.
A esto me he venido dedicando los últimos tiempos. Porque ahora empieza a ser urgente, lo veo cada día en mi consulta. He visto que muchas veces no es suficiente con intentar sanar el linaje en general, hay que sanar conflictos concretos para poder sanar el inconsciente familiar. Y esto se consigue fácilmente con el transgeneracional. Según mi experiencia, el transgeneracional es una herramienta muy eficaz y profunda para sanar la ruptura del linaje materno. No es suficiente aceptar las heridas y la ruptura, hay que restaurar y reprogramar los vínculos. Debido a que se trata de una herida colectiva, muchas veces -dentro de la sesión de transgeneracional- tengo que recurrir al trabajo con arquetipos suprapersonales, arquetipos que funcionan como semillas de una nueva conciencia y nos traen nueva información.
Por otro lado, en mi trabajo con niños y niñas, he visto que muchas veces es necesario incidir específicamente en la relación personal madre-hij@, ya que los niños y niñas de ahora fácilmente manifiestan esta ruptura en el linaje materno (con agresiones verbales o comportamentales hacia la madre, intolerancia a la frustración, alèrgies alimentàries, etc). Con la técnica Tomatis se puede restaurar fácilmente el vínculo entre madre-hij@, gracias a una estimulación neurofuncional que se realiza mientras el niño o la niña escucha la voz de su madre, grabada tal y como la escuchaba en el vientre materno.
Estoy segura que todo esto puede conseguirse también de otras maneras, con otras técnicas. No obstante, de las técnicas que conozco, estas son las más rápidas y efectivas.
Ahora que ha llegado el momento de encontrar el equilibrio entre lo colectivo y lo individual, de conciliar, de recuperar sabidurías, de desarrollar una nueva conciencia, animo a las personas que leen este escrito a adentrarse en este proceso, con esperanza, con la ilusión de que se està empezando a perfilar una nueva humanidad.
Meritxell Masachs Serra, licenciada en psicología (col.7963)