Danza extática
«La chorea mystica (‘danza del culto extático’) no era desconocida en la antigüedad. En un papiro mágico griego leemos: ‘Ven a mí, tú, que eres el más grande en el cielo, a quien se le ha dado el cielo como pista de baile’.¹ Así pues, a las altas divinidades se las imaginaba con frecuencia como bailarines que hacen bailar al mundo en la existencia. De modo similar, la danza religiosa tiene la capacidad para cautivar tanto a los devotos que éstos bailan gozosamente a través de las puertas de la iniciación, hacia los eones sobrenaturales. La danza como instrumento de establecimiento del contacto con la divinidad todavía era conocida en la Edad Media, donde la mística alemana Mechtild de Magdeburgo (1212-1277), en su poema Der Minne wäg (‘El camino del amor’) nos cuenta de un diálogo entre el Señor divino y una doncella. El Señor manda: ‘Doncella, danza con tanta habilidad como danzaron antes mis elegidos’ y la doncella contesta:
‘No danzaría, Señor, a menos que tú me dirijas.
Lo harías para que yo pudiera saltar poderosamente,
Entonces tienes que cantar para mí
Y así saltaré hacia el amor.
Del amor al conocimiento,
Del conocimiento a la alegría
Y de la alegría más allá de todos los sentidos humanos.’
[…] Es en la danza del éxtasis donde se revela este secreto: el Logos declara que él es, en efecto, quien ha danzado todas las cosas.»
Stephan A.Hoeller
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- Mimaut Papyrus, col.V, 130