Oda al inconsciente
El inconsciente es un misterio inabarcable, que no podemos contener en nuestra mente. Por lo tanto, pretender desde el mental que sabemos lo que pasa en nuestro inconsciente, es imponer, es limitar la vivencia profunda con palabras y sentencias que no hacen más que encarcelarnos.
En todo caso podemos aprender su lenguaje y dialogar con él. Así honramos el misterio de la sabiduría profunda que habita en nuestro interior.
Entonces el inconsciente se convierte en nuestro amigo. Descubrimos que quiere nuestro bien, que nos acompaña, nos guía y nos apoya en el viaje por la experiencia humana.
Aprender esto me ayudó a integrar mis profundidades desconocidas y me aportó una gran paz. El inconsciente dejó de ser un receptáculo de monstruos peligrosos que «atentaban contra mí y contra mis deseos». Ya no era necesario temer lo que podía surgir de él.
Se convirtió en un territorio desconocido por donde podía emprender un viaje excitante y prometedor. Durante el cual a lo mejor sí que me encontraría con retos que tendría que afrontar, cosas que me darían miedo, que incluso podían superarme. Cosas que si conseguía aceptar e integrar, me mostrarían los más bellos tesoros.
También aprendí que el inconsciente se autoregula, se reequilibra y se armoniza a sí mismo. Cada vez que intentaba dirigir y creía saber lo que «me convenía», impedía que el inconsciente se autoregulara, ponía límites a la vivencia y no accedía a la sabiduría profunda, al potencial sanador que reside en él.
Me di cuenta que cada vez que quería «entender» el mensaje del inconsciente desde la mente, limitaba también su mensaje. Su lenguaje es simbólico y el significado de los símbolos va mucho más allá de las palabras. Siempre es mucho más grande, profunda y sanadora la experiencia cuando la persona se deja «tocar» por los símbolos, los arquetipos y las metáforas, cuando recibe el mensaje del inconsciente sin intelectualizarlo y permite que éste penetre y madure en su interior.
Entonces surgen las preguntas «¿es esto real?» o «¿me lo estoy inventando?». La respuesta a estas preguntas no es importante; para el inconsciente todo es real, pues no diferencia entre lo que llamamos real y lo que consideramos virtual. Si una imagen, un símbolo, una inspiración surge de nuestro interior, es porque en algun lugar dentro nuestro habitaba. Esto ya es motivo suficiente para escucharlo, para iniciar un diálogo con partes internas que contienen una sabiduría hasta ahora acallada, una sabiduría que va más allá de los conocimientos del intelecto o de la mente. Lo que de verdad importa es que este diálogo con el inconsciente nos lleve a un lugar mejor.
Así el inconsciente se transforma en la tierra prometida donde puedes anclar las raíces, para elevarte a grandes alturas desde donde ver con perspectiva la ruta recorrida, desde donde sentir más cerca la presencia de la divinidad, desde donde llegar a comprehender que tú formas parte de la divinidad, y el inconsciente también.
Meritxell Masachs Serra, licenciada en psicología (col. 7963)