MISTERIOS FEMENINOS DE TRANSFORMACIÓN
Erich Neumann, en su libro La Gran Madre, nos habla de los misterios femeninos de transformación y distingue los misterios instintivos (nacimiento, menstruación, climaterio, muerte…) de los originarios. En los misterios originarios, las realidades son llevadas a una forma superior de transformación gracias a la intervención humana y sus transmisores o administradores originalmente eran siempre mujeres, figuras sagradas femeninas. Finalmente nos introduce en la transformación alquímica de la personalidad humana.
A continuación tenéis fragmentos de textos que nos hablan de todo ello.
«El ámbito del simbolismo de la transformación está determinado en gran medida por el más numinoso de los misterios de transformación: el crecimiento. En los misterios de transformación por la sangre, el misterio de lo femenino parece situarse en el plano animal, pero incluso en este caso sigue teniendo validez lo afirmado por Platón: ‘No ha imitado, en efecto, la tierra a la mujer en la gestación y en el alumbramiento, sino la mujer a la tierra’. Por reinar la tierra, como aspecto creador del ‘Gran Femenino’, sobre el reino vegetal, ella es quien guarda el secreto de la forma más original y profunda de la ‘gestación y alumbramiento’, en los que se basa la totalidad de la vida animal. Por este motivo, los supremos y más esenciales misterios de lo femenino se verifican en la tierra y en sus cambios. […]
El fenómeno del crecimiento se despliega en una tal cantidad de colores y de formas que, incluso hoy, el numen arquetípico de la vegetación sigue ejerciendo un arrebatador efecto sobre nosotros. […]
Por doquier, todas las cosas germinan: bajo la tierra en raíces y bulbos, sobre árboles accesibles e inaccesibles en el mar de sus frutos, y en el campo y la floresta en hierbas y bayas, nueces y hongos, pepitas y hojas. Este mundo originario es también el mundo del Gran Círculo y de la Gran Madre, y ésta tanto la protectora, la madre bondadosa que alimenta al ser humano con frutos, bulbos y granos, como la madre terrible que lo arruina con venenos y hace que muera de hambre y sed en el tiempo de la sequía, cuando ella se retira de los seres vivos.
Dentro de este mundo originario de las plantas, dependiendo de él y oculto bajo su manto, alienta el mundo animal, fuente de peligro y bienestar. Bajo la tierra serpiente y gusano amenazadores e inquietantes, entre las aguas pez, reptil y monstruo marino, en el aire criatura volátil, en la tierra bestia saltadora. Rugiendo y silbando, amamantando y desgarrando, el mundo animal satura por completo el espacio vegetal, haciendo en él su nido como el ave en el árbol.
Y también este mundo está transformándose: huevos que eclosionan y cachorros que gatean, cadáveres descomponiéndose en la tierra y vidas emergiendo de los pantanos y del lodo. Por doquier, madres y crías mamando, siendo alumbradas, creciendo, metamorfoseándose, comiendo y siendo comidas, creciendo y muriendo a su vez. Pero todo este aniquilarse, todo ese salvajismo y terror mortales del mundo de las bestias, se halla bajo la sombra de la Gran Madre, el Gran Árbol cósmico que protege, alimenta y pone techo a ese mundo animal. […]
El crecimiento y la transformación que son quintaesencia de lo viviente aparecen con frecuencia, mientras se hallan sujetos al dominio del Gran Femenino, bajo el trágico aspecto de lo perecedero.[…]
Los misterios de transformación del Gran Femenino son procesos en los que un elemento material o natural constituye la base del acontecer, el cual no sólo conduce a una alteración cuantitativa de la substancia material, sino también a su transformación cualitativa, en la que se obtiene un elemento nuevo y de orden superior que hace aparición ligado al símbolo del ‘espíritu’.
[…] El fenómeno mistérico de la transformación que culmina en la aparición del ‘espíritu’ es también el producto de ese Gran Círculo como su esencia luminosa, su fruto y su hijo. […]
En todos los casos en que tropezamos con el símbolo del renacimiento, incluidos aquéllos en los que la consciencia patriarcal ha enmascarado su simbolismo e interpretación, estamos en presencia de un misterio matriarcal de transformación.[…]
El simbolismo de la transformación se vuelve sacro siempre que el proceso de transformación puramente natural ve agregarse a él una intervención humana que trasciende la esfera propiamente natural del cambio, introduciendo así en este proceso un elemento nuevo, la actividad de la personalidad humana, que viene a añadirse a los únicos hasta ahora activos en él, es decir, la naturaleza o lo inconsciente.
[…] A este contexto pertenecen también manifestaciones más fragmentarias de los procesos culturales de transformación. Este tipo de procesos están representados por los misterios originarios de lo femenino, que para nosotros se sitúan en los albores de la cultura humana. […] En todas las modalidades de misterios de esta clase, como la preparación de alimentos y bebidas, la confección de vestidos, recipientes, de la casa, etc., materias primas y realidades alteradas naturalmente son llevadas a una forma superior de transformación gracias a la intervención humana.
Originalmente, en efecto, una ‘transformación’ de esta naturaleza no es jamás un proceso ‘técnico’, como cree nuestra consciencia secularizada, sino un misterio. Por ello, el simbolismo asociado a estos misterios originarios posee en todos los casos un carácter espiritual que trasciende lo meramente real.
Así, la primera serie de transformaciónes progresa del fruto al jugo, y de éste, a través del proceso de fermentación, a las bebidas alcohólicas, cuyo carácter espiritual-lunar hace acto de presencia en el elixir del soma, el néctar, el aguamiel, etc. La segunda serie asciende igualmente desde el reino natural de las plantas hasta la esencia de los venenos y de la medicina, en la que prevalece la dimensión espiritual de la creación y que de nuevo está gobernada por la luna y en última instancia por la Gran Madre. Como remedios, las medicinas, al igual que los venenos, son contenidos numinosos conquistados y puestos en conocimiento del aprendiz profano de forma misteriosa. Los transmisores y administradores de esta dimensión del Gran Femenino -originalmente casi siempre mujeres- son figuras sagradas, sacerdotisas. También encontramos éste tipo de transformación en la cerámica, el pan, los tejidos, etc.
El carácter transformador espiritual es evidentísimo en las bebidas alcohólicas, los venenos y las medicinas. El sentimiento que la humanidad tiene de que su naturaleza cambia al ingerir este tipo de substancias, se encuentra entre sus experiencias más hondas. Pero una transformación de este tipo no se vive en toda la plenitud de su sentido si no es experimentándola como algo espiritual en lugar de físico. […]
Son precisamente las experiencias cotidianas del hambre y la satisfacción del apetito, de la sed y su apagamiento, del alivio y del goce, y no las experiencias excepcionales procuradas por bebidas alcohólicas, venenos y medicinas, las que consituyen la base de la experiencia mistérica de la transformación por el alimento. […]
Lo llamativo y característico de los misterios matriarcales de transformación es su permanecer en todo momento ‘incorporados’, vinculados siempre en cierta manera a una substancia material. Esta substancia es sin duda en dicha transformación una substancia refinadísima, sublimada y esencial, pero incluso habiéndose convertido en ‘quintaesencia’, nunca trasciende la esfera de los dominios del Gran Femenino.
Donde esta transformación de la materia se manifiesta con más claridad es en la transformación alquímica de la personalidad humana. Pero antes de hacer ella aparición en los misterios como una experiencia anímica y personal, es vivida en su proyección en la naturaleza animada. […]
Mientras que los misterios instintivos giran en torno a los momentos decisivos de la vida femenina: nacimiento, menstruación, concepción, embarazo, sexualidad, climaterio y muerte, los originarios consisten en la proyección de un simbolismo psíquico en la realidad, la cual ve alterada su naturaleza por el símbolo proyectado. […] Y los civilizadores misterios originarios desembocan en una realidad espiritual en la que se encuentra su culminación el carácter mistérico de lo femenino.»